“Yo soy
....la resurrección y la vida”
Cuando preguntó: " ¿dónde lo habéis
puesto? ", los ojos de nuestro Señor se llenaron de lágrimas. Sus
lágrimas fueron como la lluvia,
Lázaro como el
grano,
y el sepulcro como la tierra.
Gritó con voz potente, la muerte tembló
a su voz,
Lázaro brotó
como el grano, salió y adoró al Señor que lo había resucitado.
Jesús… devolvió la vida a Lázaro y
murió en su lugar,
porque, antes
de sacarlo del sepulcro y sentarse a su mesa,
ya había sido sepultado simbólicamente
por el aceite con que María ungió su cabeza.
La fuerza de la muerte que había
triunfado después de cuatro días es pisoteada…
para que la muerte supiera que al Señor
le era fácil vencerla al tercer día…;
su promesa es verídica:
había prometido que Él mismo
resucitaría el tercer día
El Señor pues
le devolvió la alegría a María y a Marta venciendo al infierno
para mostrar que Él mismo no sería
retenido por la muerte para siempre…
Ahora, cada vez que se diga que
resucitar al tercer día es imposible,
miremos al que resucitó al cuarto
día...
"Acércate y quita la piedra".
¿Entonces, el
que resucitó a un muerto y le devolvió la vida,
no habría podido Él mismo abrir el
sepulcro y derribar la piedra?
Él que les
decía a sus discípulos:
"Si tuvierais
fe como un grano de mostaza, diríais a esta montaña: Desplázate, y
se desplazaría",
no habría
podido con una palabra desplazar la piedra que cerraba la entrada
del sepulcro? Ciertamente, habría podido también quitar la piedra
por su palabra,
Él cuya voz,
mientras estaba suspendido de la cruz, quebrantó las piedras y el
sepulcro.
Pero, porque
era amigo de Lázaro, dice:
"Abrid, para
que el olor de la podredumbre les golpee, y desatadlo,
vosotros que lo habéis envuelto en un
sudario,
para que reconozcáis bien al que
habíais sepultado."
San
Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Diatessaron, 17, 7-10; SC
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