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Del
protagonista.
Desde que
la semilla ha sido arrojada a la tierra, comienzan en lo
secreto, una serie de maravillas. La cosa no depende ya de si
el campesino se preocupa o no. La semilla tiene su ritmo.
Hay que tener paciencia, como la tiene el labrador. El Reino
crece desde dentro, por la energía del Espíritu. No es que
seamos invitados a no hacer nada, pues parte de la providencia
divina es que ha puesto en nosotros la capacidad de previsión.
Y provisión. Hemos de ocuparnos, pero sin perturbarnos,
trabajar con la mirada puesta en Dios, sin impaciencia,
sin exigir frutos a corto plazo, sin absolutizar nuestros
méritos y sin demasiado miedo al fracaso. Cristo nos dijo:
«Sin mí no podéis hacer nada». Sí, tenemos que trabajar.
Pero nuestro trabajo no es lo principal. El protagonista es
Dios.
J. Aldazábal.
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