Por caminos tortuosos...
Cuántos tortuosos caminos hay que recorrer para llegar a
lo simple.
Muchas veces si no practicamos la virtud es debido a
nuestro complicado modo de ser,
que rechaza lo que es sencillo.
Muchas veces no llegamos a comprender la grandiosidad que se
encierra
en un acto de sencillez,
porque buscamos lo
grande en lo complicado,
buscamos la grandiosidad de las cosas en
la «dificultad» de las mismas.
La virtud…, Dios…, la vida
interior, ¡qué difícil me parecía vivir eso!
Ahora no es que yo
tenga virtud,
ni mis conocimientos de Dios y vida de espíritu
estén completamente claros,
pero he visto que a eso se llega sin
complicaciones.
He visto que a Dios se llega precisamente por todo
lo contrario.
Se le llega a conocer por la simplicidad del corazón
y por la sencillez.
Para tener virtud no hace falta estudiar una
carrera, ni dedicarse a profundos estudios…
Basta el acto simple
de querer; basta, a veces, la sencilla voluntad.
¿Por qué, pues, a
veces no tenemos virtud?
Porque no somos sencillos; porque nos
complicamos nuestros deseos;
porque todo lo que queremos nos lo
hace difícil nuestra poca voluntad,
que se deja llevar de lo que
agrada, de lo cómodo, de lo innecesario
y, muchas veces, de las
pasiones.
Si quisiéramos seríamos santos…,
y es mucho más
difícil ser ingeniero, que ser santo.
San Rafael Arnaiz
Barón (1911-1938), monje trapense español