De sabios y de entendidos.
Los sabios y entendidos no te recibieron, Señor, en su “ignorancia”.
Los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer.
La pregunta vale para nosotros:
¿somos humildes, sencillos,
conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?,
¿o, más
bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos,
sabios y entendidos
que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo,
que no
necesitamos pedir, porque lo tenemos todo?
Cuántas veces la gente
sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y
los aceptan en su vida,
mientras que nosotros podemos perdernos en
teologías y razonamientos.
La oración de los sencillos es
más entrañable y,
seguramente,
llega más al corazón de
Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas.
Nos
convendría a todos tener unos ojos de niño,
un corazón más
humilde,
unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las
personas
y, sobre todo, con Dios.
José Aldazábal
Larrañaga