«Te llamarás
Pedro» (Jn 1,42)
«Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
Este nombre de Pedro
le fue dado porque fue el primero que puso los fundamentos de la fe en las
naciones, y es la roca indestructible sobre la que descansan los cimientos
y el conjunto del edificio de Jesucristo. Se llama Pedro por su fidelidad,
y el Señor recibe este mismo nombre por su poder, según lo dice san Pablo:
«Todos bebieron la misma bebida espiritual pues
bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo» (1C
10,4).
Sí, el apóstol escogido para ser el colaborador
de su obra mereció compartir un mismo nombre espiritual con Cristo. Juntos
han construido el mismo edificio. Es Pedro quien planta, es el Señor quien
da el crecimiento, es también el Señor quien envía a los que han de regar
(cf 1Co 3,6s).
Lo sabéis, mis amados hermanos, es a partir de
sus propias faltas, en el momento en que sufría su Salvador, que el
bienaventurado Pedro fue elevado. Es después de haber negado al Señor que
llegó a ser el primero junto a él.
Volviéndose más fiel
al llorar la fe que había traicionado, recibió una gracia todavía más
grande que la que había perdido.
Cristo le confió su
rebaño para que lo condujera como el buen pastor y él, que había sido
débil, se convirtió en el sostén de todos. Él que, preguntado sobre su fe,
había sucumbido, tuvo que establecer sólidamente a los demás en el
fundamento inquebrantable de la fe.
Es por eso que es
llamado la piedra fundamental de la piedad de las Iglesias.
San Agustín
(354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia;
Sermón que se le atribuye.