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¡¿Por qué?!
He observado rebaños de
ovejas en cuajadas laderas.
Retozan a placer,
pacen a su gusto,
descansan a la sombra.
Nada de prisas, de
agitación o de preocupaciones.
Ni siquiera miran al
pastor;
saben que está allí, y eso les basta.
Libres para disfrutar
prados y fuentes.
Felicidad abierta bajo el cielo.
Alegres y
despreocupadas.
Las ovejas no calculan.
¿Cuánto tiempo queda?
¿Adónde iremos mañana?
¿Bastarán las lluvias de
ahora para los pastos del año que vendrá?
Las ovejas no se preocupan,
porque hay alguien que
lo hace por ellas.
Las ovejas viven de día en día,
de hora en hora.
Y en eso está la
felicidad.
Él es… ¡pastor!
¡El pastor es Él!
Sólo con que yo llegue a
creer eso, cambiará mi vida.
Se irá la ansiedad,
se disolverán mis
complejos
y volverá la paz a mis atribulados nervios.
Vivir de día en día, de
hora en hora,
porque Él está ahí.
El Señor de los pájaros del cielo y de los lirios
del campo.
El Pastor de sus ovejas.
Si de veras creo en Él,
quedaré libre para gozar, amar y vivir.
Libre para disfrutar de
la vida.
Cada instante es transparente, porque no está
manchado con la preocupación del siguiente.
El Pastor vigila, y eso me basta.
Felicidad en los prados
de la gracia.
Es bendición el creer en la providencia.
Es bendición vivir en
obediencia.
Es bendición seguir las indicaciones del Espíritu
en las sendas de la vida.
Si nada falta
es
¡porque el que pastorea
es Él!
Padre Carlos G. Vallés S.J.
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