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La tentación más peligrosa.
La tentación más peligrosa no es la del pecado.
El pecado se descubre a
sí mismo y puede dar lugar al arrepentimiento y a una vida de mayor piedad.
El verdadero peligro es
la tibieza:
esa actitud mezquina del que no hace nada malo,
sin querer comprometerse tampoco a hacer nada bueno.
Esta es una tentación
peligrosa, porque no se detecta fácilmente, e incapacita a la persona para
amar a Dios.
Pablo Cardona
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