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Alma Mater.
María vivía una vida muy escondida:
por esto el Espíritu
Santo y la Iglesia la llaman “Alma Mater”:
Madre escondida y
secreta.
Su humildad fue tan profunda que en la tierra no
buscó nada
con tanta verdad
como el estar escondida
a ella misma y a toda criatura,
para que sólo Dios la
conociera y la mirara.
Dios, para atender su
petición de vivir escondida, empobrecida, humillada,
se complació en
esconderla en su concepción, en su nacimiento, en su vida,
en los misterios divinos
de su resurrección y asunción,
al margen de casi toda
criatura humana.
Sus padres mismos no la conocieron del todo;
y los ángeles se
preguntaron a menudo los unos a los otros:
“¿Quién es ésta?”
(Cantar 6,10)
porque Dios la escondía a los mismos ángeles.
O bien, si les descubría
algún aspecto de la Virgen, les escondía lo más...
Qué cosas tan grandes y misteriosas ha hecho Dios
todopoderoso
en esta criatura admirable,
como ella misma se ve
obligada a afirmar, a pesar de su profunda humildad: “…porque ha hecho en mí
cosas grandes el Poderoso.”
El mundo no las conoce porque es incapaz e
indigno de ello.
San Luís María
de Griñón de Monfort
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