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El cuervo y Dios.
"Señor, en aquella rama hay un cuervo.
Sé que tu majestad no
puede rebajarse hasta mí; pero necesito una señal.
Ordena a ese cuervo que
emprenda el vuelo.
Así sabré que no estoy solo en el mundo.
Y observé al pájaro.
Pero siguió inmóvil.
Me incline de nuevo sobre la roca.
Señor, tienes razón.
Tu majestad no puede
ponerse a mis órdenes.
Si el cuervo hubiera
emprendido el vuelo, yo me sentiría triste aún,
porque este signo lo
habría recibido de alguien igual a mí mismo;
sería el reflejo de mis
deseos.
Y de nuevo me habría encontrado en mi propia
soledad.
En aquel preciso instante, mi desolación se
convirtió en una inesperada alegría"
A. de
Saint-Exupery
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