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¡Hosanna! y ¡Crucifícalo!, la contradicción de los hombres (Pilato)‏

Continuamos con Pilato…

Pilato

"Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran". Pilato es el hombre que quiere tener contentos a todos: Al Emperador de Roma, a los sacerdotes, al pueblo, y a su conciencia. Se desespera y se irrita forcejeando por contemporizar con todos. Lo único que le preocupa y le interesa es no perder ni su prestigio ni su cargo. Es esclavo de su propia situación.

Pilato es actual, está de moda. Cuando se vive una vida tan materialista como la moderna, el pueblo se traga el quebrantamiento de todas las leyes morales: sólo reacciona ante la pérdida del pan, del puesto de trabajo, del cargo de prestigio, de la reacción que ciertas medidas o el cumplimiento de la justicia en casos concretos, puedan producir en los electores. Pilato es esclavo de la opinión, de la ambición. Además, es un figurón, por eso ambicionó e hizo los imposibles y se sometió a las bajezas mayores para conseguirlo. ¡Y lo que tanto le costó no está dispuesto a perderlo ahora! Le preguntaron al caracol cómo había subido tan alto y contestó: “Lamiendo y arrastrándome”.