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Politica, Escrivá y el Marxismo.
Estamos
obligados a defender la libertad personal de todos,
sabiendo que Jesucristo es el que
nos ha adquirido esa libertad;
si no actuamos así, ¿con qué derecho reclamaremos la
nuestra?
Debemos difundir también la verdad, porque veritas liberabit vos, la verdad
nos libera,
mientras que la ignorancia esclaviza.
Hemos de sostener el derecho de
todos los hombres a vivir, a poseer lo necesario para llevar una existencia
digna,
a
trabajar y a descansar, a elegir estado, a formar un hogar, a traer hijos al
mundo dentro del matrimonio y poder educarlos,
a pasar serenamente el tiempo de la
enfermedad o de la vejez, a acceder a la cultura,
a asociarse con los demás ciudadanos
para alcanzar fines lícitos,
y, en primer término, a conocer y amar a Dios con plena
libertad,
porque la conciencia —si es recta— descubrirá las huellas del Creador en
todas las cosas.
Precisamente por eso, urge repetir —no me meto en
política, afirmo la doctrina de la Iglesia—
que el marxismo es incompatible con
la fe de Cristo.
¿Existe algo más opuesto a la fe, que un sistema que
todo lo basa en eliminar del alma la presencia amorosa de Dios?
Gritadlo muy fuerte, de modo que se
oiga claramente vuestra voz:
para practicar la justicia, no precisamos del marxismo
para nada.
Al contrario, ese error gravísimo, por sus soluciones exclusivamente
materialistas que ignoran al Dios de la paz,
levanta obstáculos para alcanzar la
felicidad y el entendimiento de los hombres.
Dentro del cristianismo hallamos la
buena luz que da siempre respuesta a todos los problemas:
basta con que os empeñéis
sinceramente en ser católicos, non verbo neque lingua, sed opere et
veritate,
no con palabras ni con la lengua, sino con obras y de veras:
decidlo, siempre que se os presente
la ocasión —buscadla, si es preciso—, sin reticencias, sin miedo.
San
Josemaría Escrivá de Balaguer.
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