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Ella es la auténtica; ella la católica.
Hemos escuchado quién es el esposo, reconozcamos
también a la esposa.
Y que se predique la penitencia y el perdón de los
pecados en su nombre.
¿Dónde? ¿A partir de dónde? ¿Hasta dónde?
En todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén.
Ved aquí la esposa (…)
La Iglesia está extendida por todo
el orbe de la tierra;
todos los pueblos poseen la Iglesia.
Que nadie os engañe, ella es la
auténtica, ella la católica.
A Cristo no le hemos visto, pero sí a ella:
creamos lo que se nos dice de Él.
Los apóstoles, por el contrario,
le veían a Él y creían lo referente
a ella.
Ellos veían una cosa y creían la otra;
nosotros también, puesto que vemos
una, creamos la otra.
Ellos veían a Cristo y creían en la Iglesia que no
veían;
nosotros que vemos la Iglesia, creamos también en Cristo a quien no vemos
y, agarrándonos a lo que vemos
llegaremos a quien aún no vemos.
Conociendo, pues, al esposo y a la
esposa,
reconozcámoslos en el acta de su matrimonio
para que tan santas nupcias no sean
objeto de litigio.
San Agustín.
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