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Lucha teñida…‏


“Porque vendrá tiempo en el que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extremada de oír doctrinas acomodadas a sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores propios, para satisfacer sus deseos, y cerrarán los oídos a la verdad y los aplicarán a las fábulas”. (2 Tim IV, 14).

Yo no sabría decir cuántas veces se han cumplido estas palabras proféticas del Apóstol.

Pero sólo un ciego dejaría de ver cómo actualmente se están verificando casi a la letra.

Se rechaza la doctrina de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia,

se tergiversa el contenido de las bienaventuranzas poniéndolo en clave político-social:

y el que se esfuerza por ser humilde, manso, limpio de corazón,

es tratado como un ignorante o un atávico sostenedor de cosas pasadas.

No se soporta el yugo de la castidad,

y se inventan mil maneras de burlar los preceptos divinos de Cristo.

Hay un síntoma que los engloba a todos:

el intento de cambiar los fines sobrenaturales de la Iglesia.

Por justicia algunos no entienden ya la vida de santidad,

sino una lucha política determinada, más o menos teñida de marxismo,

que es inconciliable con la fe cristiana.

Por liberación no admiten la batalla personal por huir del pecado,

sino una tarea humana,

que puede ser noble y justa en sí misma,

pero que carece de sentido para el cristiano,

si implica una desvirtuación de lo único necesario:

la salvación eterna de las almas,

una a una.

San Josemaría Escrivá de Balaguer