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El Cristo íntegro y total.
Del mismo modo
que, en el hombre, cabeza y cuerpo forman un solo hombre,
así el Hijo de la Virgen y sus
miembros
constituyen también un solo hombre
y un solo Hijo del hombre.
El Cristo íntegro
y total, lo forman la cabeza y el cuerpo.
Todos los miembros juntos forman
aquel único cuerpo
que unido a su cabeza,
es el único Hijo del hombre,
quien, al ser también Hijo de Dios,
es el único Hijo de Dios y forma con
Dios el Dios único.
El cuerpo íntegro con su cabeza es
Hijo del hombre,
Hijo de Dios y Dios.
Por eso dice:
Padre, éste es mi deseo: que sean
uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti.
No hay cuerpo sin
cabeza,
ni
cabeza sin cuerpo,
ni Cristo total, cabeza y cuerpo, sin Dios.
Todo ello con Dios forma un solo
Dios.
Pero el Hijo de Dios es Dios por
naturaleza,
y él Hijo del hombre está unido a Dios personalmente;
en cambio, los miembros del cuerpo
de su Hijo están unidos con él
sólo místicamente.
Por esto los miembros fieles y
espirituales de Cristo
se pueden llamar de verdad lo que es él mismo, es
decir, Hijo de Dios y Dios.
Pero lo que él es por naturaleza, éstos lo son por
comunicación,
y lo que él es en plenitud, éstos lo son por
participación;
finalmente, él es Hijo de Dios por generación
y sus miembros lo son por adopción,
como está escrito:
Habéis recibido un Espíritu de hijos
adoptivos, que nos hace gritar:
«¡Abba !» (Padre).
Isaac, abad del monasterio
de Stella
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