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Un río entre ls cerros.
Imaginemos un valle lleno de basura
y suciedad,
atravesado por un pequeño río que baja de los cerros,
donde nadie se atreve a colocar sus
pies desnudos por temor a ensuciarse.
De pronto el río empieza a crecer, y
su caudal es cada vez mayor.
El río crecido, con su fuerza, lo arrastra todo y
limpia completamente el valle.
Al día siguiente, todo está en calma, y corren aguas
limpias, que sirven para beber y para bañarse.
Imaginemos todas las manchas y
suciedades de nuestro interior.
Pensemos no sólo en nuestros pecados, sino en las
inclinaciones que han dejado esos pecados;
pensemos también en las tristezas y
perturbaciones interiores que han quedado por nuestras malas acciones.
Y roguémosle al Espíritu Santo que
pase como un río caudaloso,
que lave, que limpie todo, que se lleve toda suciedad
y nos deje blancos, relucientes,
verdaderamente liberados. ¡Ven
Espíritu Santo!
Autor desconocido
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