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De los sencillos.
La oración de los sencillos es más entrañable y,
seguramente, llega más al corazón de Dios
que nuestros discursos
eruditos de especialistas.
Nos convendría a todos
tener unos ojos de niño, un corazón más humilde,
unos caminos menos
retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios.
Y saberles agradecer, a
Dios y los demás, tantos dones como nos hacen.
Siguiendo el estilo de
Jesús
y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque
había puesto los ojos en la humildad de su sierva
J. Aldazábal.
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