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Del sufrimiento (III).
El alma de Cristo contenía como dos mundos casi
cerrados entre sí.
Toda su alma padecía y toda ella era dichosa.
Jesús sufrió con toda su alma, fue así el varón de dolores,
y,
sin embargo,
jamás perdió la visión beatífica.
¡Qué misterio y
que realidad esta de gozarse al mismo tiempo en sus propios sufrimientos y
sus humillaciones!...
Y así sucede a todas las almas que Jesús
llama a su intimidad,
empezando por su Santísima Madre Nuestra Señora
de los Dolores.
¿Qué alma ha gozado más de la intimidad de Dios que
nuestra dulcísima Madre?
¿Y qué alma ha sufrido más?
¡Cuánto
sufrió, ella, que era tan pura! Y todos los santos…
Esta gracia de
alegría sólo la gozan quienes beben el cáliz hasta las heces.
Si no
se ponen en él más que los labios, no se encuentra en él más que amargura.
Pero si se tiene el valor de ir hasta el fin e muera en el camino, como
decía Santa Teresa-,
se llega a la intimidad de Dios y se rebosa de
alegría..
Padre Robert de
Langeac
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