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Ni
conocido ni amado...
Dios es poco conocido;
pero todavía es menos amado.
Es en la conversación íntima
cuando el corazón adquiere un aspecto sólido y profundo hacia Él,
un
afecto que crece sin cesar.
Toda nuestra ocupación ha de ser
la de encontrarnos a solas con Él.
Todo debe hablarnos de Él:
el grano de arena que pisamos, el arroyo que fluye,
la flor que se
abre bajo nuestra mirada,
el pájaro que trina,
la estrella que
brilla en el firmamento por la noche,
un sufrimiento, una alegría,
una orden.
Todo debe de hacernos pensar en Él, encaminarnos hacia Él.
Debemos verlo por todas partes.
Tiene todas las cosas en sus
manos, nos tiene entre sus manos,
nos envuelve por todas partes, nos
penetra.
Continúa la creación, nos crea;
más que eso,
habita, por la gracia, en el fondo de nuestro corazón.
Padre
Robert de Langeac.
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