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Repica la campana gorda.
Paraos por ahora un poco, hijos,
y pensad en vosotros mismos.
Quizá comencemos a sentir ya el repique de la campana gorda —de la gracia
del cielo—
en el fondo del alma.
Dios nos advierte, desde su
donación incondicionada,
que la conducta auténticamente cristiana se
teje con los hilos de una trama divina y humana:
la voluntad del
hombre que enlaza con la voluntad de Dios
San Josemaría,
Carta 14-II-1974
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