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¡Si le conociéramos!...
El gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo,
con otros
muchos,
es ya no tener en cuenta con cosa de la tierra,
sino
un sosiego y gloria en sí mismos,
un alegrarse que se alegren todos,
una paz perpetua,
una satisfacción grande en sí mismos,
que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su
nombre
y no le ofende nadie.
Todos le aman,
y la misma
alma no entiende en otra cosa sino en amarle,
ni puede dejarle de
amar, porque le conoce.
Y así le amaríamos acá aunque no en esta
perfección,
ni en un ser,
mas muy de otra manera le amaríamos
de lo que le amamos, si le conociéramos.
Posible sería, con el
favor de Dios, venir un alma puesta en este destierro,
aunque no en
la perfección de las que están salidas de esta cárcel
porque andamos
en mar y vamos este camino;
mas hay ratos que, de cansados de andar,
los pone el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma,
que como por señas les da claro a entender a qué sabe
lo que se
da a los que el Señor llama a su reino.
Santa Teresa de Ávila
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