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¿Tu amor? ¡lo necesito!
Sígueme. Camina sobre mis pasos.
¡Ven a mi lado! ¡Permanece en mi
amor!»
«Al hombre le es necesaria esta mirada amorosa;
le es
necesario saberse amado,
saberse amado eternamente y haber sido
elegido desde la eternidad.
Al mismo tiempo, este amor eterno de
elección divina acompaña al hombre durante su vida como la mirada de amor de
Cristo.
Y acaso con mayor fuerza en el momento de la prueba,
de la humillación, de la persecución, de la derrota (...);
entonces
la conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo,
de que
Cristo ama a cada uno y siempre,
se convierte en un sólido punto de
apoyo para toda nuestra existencia humana. Cuando todo hace dudar de sí
mismo y del sentido de la propia existencia,
entonces esta mirada de
Cristo,
esto es, la conciencia del amor que en Él se ha mostrado más
fuerte que todo mal
y que toda destrucción,
dicha conciencia
nos permite sobrevivir.
San Juan Pablo II.
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