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Tarde Te amé...
¡Tarde
te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Y he aquí
que tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y por fuera te buscaba;
y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú
creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no
serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera;
brillaste
y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y
respiré,
y suspiro por ti;
gusté de ti, y siento hambre y sed,
me tocaste, y abráseme en tu paz.
Bajo las burlas, tu Maestro
no se enfada,
¿y tú te pones nervioso?
Él soporta salivazos,
bofetadas, latigazos,
¿y tú no puedes escuchar una palabra dura?
Él acepta la cruz, una muerte deshonrosa, la tortura de los clavos,
¿y tú no aceptas cumplir los oficios menos honrosos?
¿Cómo vas a
participar de su gloria
si no aceptas participar de su muerte
deshonrosa?
San Simeón el Nuevo Teólogo (hacia 949-1022),
monje ortodoxo
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