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Para ponernos a pensar...
La ciudad sitiada La desacralización de lo sagrado. (II)


Muchos sacerdotes creen que el reemplazar la atmósfera sagrada

que reina, por ejemplo, en los maravillosos templos de la edad media o del barroco,

en los que se celebraba la misa en latín,

por una atmósfera profana, funcionalista, neutra y monótona,

ha de capacitar a la Iglesia para encontrarse en amor con el hombre sencillo.

Pero esto es un error fundamental.

Será algo que no llene los más profundos en los deseo.

Le ofrecerá piedras en vez de pan.

Estos sacerdotes en lugar de combatir la irreverencia (que se halla hoy tan difundida),

contribuyen de hecho a difundir la más.

La verdadera antítesis es la unción santa que todos los santos poseía:

el espíritu de respeto,

la fusión de la humildad con comportamiento apropiado al sagrado oficio.

La experiencia dirá a todo el que tenga ojos para ver y oídos para oír

que un solo sacerdote santo atrae más almas para Cristo, especialmente entre las “personas sencillas”,

que los que tratan de acercarse más al pueblo, adoptando una actitud que carezca del sello de su oficio sagrado.

Michel de Saint Pierre ha presentado admirablemente esta realidad en su novela Los nuevos curas.

Estos sacerdotes no hablan a lo más hondo del hombre.

Podrán tener éxitos momentáneos, atrayendo más gente a la Iglesia, incrementando la actividad parroquial;

pero no lograrán que la gente se acerque más a Cristo.


Dietrich von Hildebran