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¿Niño?...
Uno es niño, es
pequeño,
en la medida en que sigue necesitando de la
madre.
Fedrico Suárez.
Theotokos:
María, ¡Madre!
En el concilio de Éfeso,
del año 431, se confirmó solemnemente, por una parte, la unidad de las dos
naturalezas, la divina y la humana, en la persona del Hijo de Dios y, por
otra, la legitimidad de la atribución a la Virgen del título de Theotokos,
Madre de Dios Después de ese concilio se produjo una auténtica explosión de
devoción mariana, y se construyeron numerosas iglesias dedicadas a la Madre
de Dios. Entre ellas sobresale la basílica de Santa María la Mayor, aquí en
Roma. La doctrina relativa a María, Madre de Dios, fue confirmada de nuevo
en el concilio de Calcedonia (año 451), en el que Cristo fue declarado
"verdadero Dios y verdadero hombre (...), nacido por nosotros y por nuestra
salvación de María, Virgen y Madre de Dios, en su humanidad"
El título de Madre de
Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navideñas, es, por
consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes
honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen santísima. Expresa muy
bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás
títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del
Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la
salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.
Benedicto XVI
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