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¿Evangelio...o Buena nueva?
¿Qué es realmente el Evangelio?
Recientemente se ha
traducido como «Buena Noticia»;
sin embargo, aunque
suena bien, queda muy por debajo de la grandeza que encierra realmente la
palabra «evangelio».
Este término forma parte
del lenguaje de los emperadores romanos,
que se consideraban
señores del mundo, sus salvadores, sus libertadores.
Las proclamas que
procedían del emperador se llamaban «evangelios», independientemente de que
su contenido fuera especialmente alegre y agradable.
Lo que procede del
emperador —ésa era la idea de fondo— es mensaje salvador, no simplemente una
noticia, sino transformación del mundo hacia el bien.
Cuando los evangelistas toman esta palabra
—que desde entonces se
convierte en el término habitual para definir el género de sus escritos—,
quieren decir que
aquello que los emperadores, que se tenían por dioses, reclamaban sin
derecho,
aquí ocurre realmente: se trata de un mensaje con
autoridad que no es sólo palabra, sino también realidad.
En el vocabulario que utiliza hoy la teoría del
lenguaje se diría así:
el Evangelio no es un
discurso meramente informativo, sino operativo;
no es simple
comunicación, sino acción, fuerza eficaz que penetra en el mundo salvándolo
y transformándolo.
Marcos habla del «Evangelio de Dios»:
no son los emperadores
los que pueden salvar al mundo, sino Dios.
Y aquí se manifiesta la
palabra de Dios, que es palabra eficaz;
aquí se cumple realmente
lo que los emperadores pretendían sin poder cumplirlo.
Aquí, en cambio, entra
en acción el verdadero Señor del mundo, el Dios vivo.
SS. Benedicto XVI
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