|
La sombra de la Hostia.
El alma interior sabe
que ahora Él habita en el Tabernáculo,
y atormentada de amor se
retira cada noche
para adorar, alabar, gemir, orar y amar
muy
cerca de Él, en el silencio del corazón.
El alma interior entra en sí
misma, cierra la puerta del santuario y se queda sola,
completamente
sola con Dios,
y ama horas enteras sin cansarse.
Si pudiera,
se quedaría allí siempre, para amar siempre.
¿Qué hay de más dulce
para el alma interior que la sombra de Jesús-Hostia?
Sus apariencias
siguen siendo las mismas, o casi las mismas;
pero lo que en ello hay
de más íntimo y de más profundo se convierte en algo muy distinto:
es
Él quien piensa, habla y ora por ella; es el quien vive.
¿Puede haber
nada más dulce para el alma
que verse transformada en su Salvador
gracias a la sombra de la Hostia?
Robert de Langeac
|
|