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Una cosa extraña. De novedades y trastueques !!!!
“Yo, que antes era un blasfemo y un perseguidor...,
Dios tuvo
compasión de mí”
Si la justicia de Dios hubiera precedido a la
penitencia,
el universo hubiera sido aniquilado.
Si Dios
hubiera sido pronto al castigo,
la Iglesia no hubiera conocido al
apóstol Pablo;
no hubiera recibido a un tal hombre en su seno.
Es la misericordia de Dios la que transforma al perseguidor en apóstol;
es ella la que cambia al lobo en pastor,
y que hace de un
publicano un evangelista.
Es la misericordia de Dios la que,
conmovida por nuestra suerte, nos ha transformado;
es ella la que nos
ha convertido. Es viendo al comilón de ayer ponerse hoy a ayunar,
al blasfemador de antaño hablar de Dios con respeto,
al innoble
de otras veces no abrir su boca si no es para alabar a Dios,
que se
puede admirar esta misericordia del Señor.
Sí, hermanos; si
Dios es bueno con todos los hombres,
lo es particularmente con los
pecadores. ¿Queréis vosotros mismos escuchar una cosa extraña
desde el punto de vista de nuestras costumbres,
pero una cosa
verdadera desde el punto de vista de la piedad?
Escuchad:
Mientras que Dios se muestra exigente con los justos,
con los
pecadores no tiene más que clemencia y dulzura.
¡Qué rigor para con
el justo!
¡Qué indulgencia para con el pecador!
Esta es la
novedad, el trastrueque que nos ofrece la conducta de Dios...
Y ved
por qué:
asustar al pecador, sobre todo al pecador obstinado,
no serviría más que para privarle de toda confianza,
hundirle en el
desespero;
halagar al justo, sería debilitar el vigor de su virtud,
hacer que se relaje en su celo:
¡Dios es infinitamente bueno!
Su temor es la salvaguarda del justo,
y su clemencia hace
regresar al pecador.
San Juan Crisóstomo (345-407)
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