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A lomos por las veredas.
Pensad que Dios ama
apasionadamente a sus criaturas,
y ¿cómo trabajará el burro si no se
le da de comer,
ni dispone de un tiempo para restaurar las fuerzas,
o si se quebranta su vigor con excesivos palos?
Tu cuerpo es
como un borrico –un borrico fue el trono de Dios en Jerusalén–
que te
lleva a lomos por las veredas divinas de la tierra:
hay que dominarlo
para que no se aparte de las sendas de Dios,
y animarle para que su
trote sea todo lo alegre y brioso que cabe esperar de un jumento.
San Josemaría Escrivá
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