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A Donde Dios habla.
Lo primero que la gente notaba
en la madre Teresa cuando se recogía a orar
era que inmediatamente
iba al fondo de su ser.
La frase que más repetía en la oración era:
“Dios habla en el silencio del corazón”
Enseñaba siempre que
nuestra oración no podía ser satisfactoria si nos quedábamos en la
superficie de nuestra alma.
Sería como un vasito de papel en la
superficie del océano,
zarandeado por las olas y el viento de la
distracción.
Mas si vamos hondo,
como el pescador que se
sumerge para buscar las preciosas perlas,
encontraremos paz y un
tesoro.
Las perlas no flotan en la superficie.
Se puede estar
todo el día en el agua, como todo el día en oración,
e irse a casa
con las manos vacías,
a menos que atravesemos las profundidades.
El asiento y centro de nuestra conciencia viva está normalmente al nivel
de la “cabeza”;
ahí es donde están nuestros sentidos, y donde
interactuamos con el mundo.
Pero no es ese el lugar para encontrar a
Dios;
para ello necesitamos ir al nivel del corazón,
el lugar
de la quietud interior,
no de los sentimientos o del sentimentalismo,
sino mucho más hondo:
al lugar del silencio donde Dios.
Joseph Langford.
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