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De amores y cobardías.
El dolor de Jesús, las lágrimas de su Madre, la huida de los discípulos,
la valentía de las santas mujeres,
la audacia de José y de
Nicodemo, que piden a Pilato el cuerpo del Señor.
Quisiera sentir lo
que sientes, pero no es posible.
Tu sensibilidad –eres perfecto
hombre– es mucho más aguda que la mía.
A tu lado compruebo, una vez
más, que no sé sufrir.
Por eso me asusta tu capacidad de darlo todo
sin reservas.
Jesús, necesito decirte que soy cobarde, muy cobarde.
Pero al contemplarte clavado ya al madero,
sufriendo cuanto se
puede sufrir, con los brazos extendidos en ese gesto de sacerdote eterno
voy a pedirte una locura:
quiero imitarte, Señor.
Quiero
entregarme de una vez, de verdad,
y estar dispuesto a llegar hasta
donde tú me lleves.
Sé que es una petición muy por encima de mis
fuerzas.
Pero sé, Jesús, que te quiero.
San Josemaría Escrivá
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