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Inmersos…
Se llega a trascender y traspasar no
sólo este mundo sensible, sino también a sí mismo...
Es necesario que
se dejen todas las operaciones intelectuales,
y que la punta del
afecto se traslade toda a Dios
y todo se transforme en Dios.
Y
ésta es la experiencia mística y secretísima,
que nadie la conoce
sino quien la recibe, y nadie la recibe sino quien la desea,
y nadie
la desea si el Espíritu Santo no lo inflama hasta la médula.
San Buenaventura.
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