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Para ponernos a pensar...
 
No te defiendas.‏


Buscad el rostro de Aquel que habita siempre,

con presencia real y corporal, en su Iglesia.

No os defendáis de Él,

antes bien, cuando estéis en apuro acudid a Él, día tras día,

pidiéndole fervorosamente y con perseverancia

aquellos favores que solo Él puede otorgar.

Se dignará increpar a los vientos y al mar y dirá: “Paz, estad tranquilos”.

Y habrá una gran calma.

Card. J. H. Newman,