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Indiferencia
Un cristiano que viva la virtud recia
de la paciencia, no se desconcertará al advertir que quienes le rodean
dan muestra de indiferencia por las cosas de Dios. Sabemos que hay
hombres que, en las capas subterráneas, guardan –como en la bodega los
buenos vinos– unas ansias incontenibles de Dios que tenemos el deber de
desenterrar. Ocurre, sin embargo, que las almas –la nuestra también–
tienen sus ritmos de tiempo, su hora, a la que hay que acomodarse como el
labrador a las estaciones y al terruño. ¿No ha dicho el Maestro que el
reino de Dios es semejante a un amo que salió a distintas horas del día a
contratar obreros a su viña.
J. L. R. Sánchez de Alva
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