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Ella…
Feliz -- de hecho, sublimemente feliz
--, es la persona a la que el Espíritu Santo revela el secreto de María,
impartiéndole un verdadero conocimiento de Ella. Bienaventurada la persona a
quien el Espíritu Santo abre ese jardín cerrado, para que entre; y a quien
el Espíritu Santo da acceso a esa fuente sellada, donde puede sacar agua y
beber de las profundas corrientes del agua viva de la gracia. Esa persona
encontrará gracia y recreo en la más en la más amable de todas las
criaturas: la Virgen María. Encontrará que el Dios, infinitamente santo y
alabado, es incomparablemente solícito para ella y entiende sus debilidades.
Puesto que Dios está omnipresente, podemos encontrarlo en cualquier lugar;
pero no hay lugar donde Dios pueda estar más presente a sus criaturas y más
accesible a la debilidad humana, que en María. Fue precisamente para eso que
descendió del cielo. Él es, en cualquier otro sitio, el Pan de los fuertes y
el Pan de los ángeles; pero, viviendo en María, es el Pan de los niños..
--de El Secreto de María, de San Luis María de Montfort
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